«El filme es una dualidad entre poesía e imágenes sangrientas y no se puede negar lo absorbente que es, cómo estremece, te atrae y te repulsa con la misma intensidad, rozando muchas veces la genialidad.»

    • Nombre: La Casa que Jack Construyó / The House that Jack Built
    • Director: Lars Von Trier
    • Reparto: Matt Dillon, Uma Thurman, Bruno Ganz, Riley Keough
    • Música: Kristian Eidnes Andersen

Rating: 4/5

SINOPSIS

La perfección es el motor de vida del ingeniero Jack (Matt Dillon), quien ansía ser el arquitecto de su propia casa y levantarla como una obra grandiosa. Pero la suya no es la historia de un simple constructor en ciernes, sino la de un psicópata dañado por un severo trastorno compulsivo, que lo lleva a matar de manera estructurada y siempre escapando impune.

RESEÑA

Llega a nuestra cartelera la nueva película del polémico director danés Lars Von Trier protagonizada por Matt Dillon y a quien ya habíamos tenido el placer de conocer en el conversatorio que se realizó en Santiago el año pasado para SANFIC. La vimos y te contamos todo, sin spoilers, aquí en tu Canal Favorito.

Primero que todo, tenía muchísimas ganas de ver esta película, después de escuchar a Matt Dillon hablando de ella y teniendo las referencias correspondientes de Lars Von Trier (Ninfomaniaca, Bailarina en la Oscuridad) era muy difícil no imaginar lo que nos esperaba en la sala de cine. La película llega precedida de muchísima controversia desde su paso por el Festival de Cannes.

La cinta nos cuenta la historia de Jack (Dillon), un asesino en serie, desde su perspectiva y sobre esto hay mucho que decir. No es una película fácil porque pone al espectador en la disyuntiva de si sentirse identificado con, al menos, parte de lo que representa Jack, de lo que siente, de lo que piensa, de cómo actúa, pero a su vez nos hace ver la distorsión de la realidad que yace en la mente de un asesino, de su falta de empatía, de lo que siente al matar y por qué lo hace y cómo es capaz de justificar crímenes atroces. Y esto no es nada fácil ni de ver ni de sentir.

El filme es una dualidad entre poesía e imágenes sangrientas, gore casi, lo que podría herir la susceptibilidad de alguna parte del público, habiendo dicho esto, no se puede negar lo absorbente que es, cómo estremece, te atrae y te repulsa con la misma intensidad, rozando muchas veces la genialidad.

El nominado al Óscar Matt Dillon (Loco por Mary, Crash) interpreta de manera espeluznante y magnética en toda su frialdad al monstruo que es el protagonista de esta historia, una tremenda interpretación que de por si vale el visionado de la película, sobre sus hombros recae todo lo que representa y todo lo que la obra de Von Triers quiere expresar. Lo más maravilloso de su trabajo radica en que tarde o temprano, como espectadores, y a pesar de todos los defectos del personaje que lo hacen tan frío y calculador, somos capaces de ver más allá de las capas externas, de ver al hombre atormentado por un síndrome obsesivo compulsivo, de los propios dolores que que lo aquejan, de sus deseos de destrucción que le brindan un poco de paz en una mente turbulenta y extraña.

El Arte nacida de la Destrucción

Pero más allá de la parte gore, de lo enervante de sus imágenes, La Casa que Jack Construyó nos lleva a la reflexión de lo que realmente es el arte -representado en la metáfora de la construcción y destrucción de la casa de Jack- lo que expresa, lo que realmente significa para nuestra sociedad, dado que su protagonista está empecinado en hacer arte de sus asesinatos, nos preguntamos si tal como lo expresa la misma cinta en su argumento: las atrocidades que hacemos en nuestro arte son deseos internos que expresamos en ella. ¿Realmente un escritor que escribe sobre asesinatos en su fuero interno es lo que realmente desea hacer, pero por convenciones sociales no puede hacerlo? Mucho de esto nos hace reflexionar sobre cuánto de lo que es el personaje de Jack está en nuestro interior y si las convenciones sociales son las que nos mantienen en regla y cómo seríamos realmente sin ellas.

Hay que tener en cuenta que esta cinta está contada en completo desorden, en lo que se podría expresar como un racconto. Jack cuenta su historia a un misterioso personaje llamado Vergel (Bruno Ganz quien interpretó a Hitler en la memorable cinta La Caída) dividida en varios eventos que parecen no tener un orden lógico en un principio, pero que juntos nos relatan la vida de un ser humano ególatra, egocéntrico, que ve a todos sus pares, sobre todo las mujeres, como partes de su obra, no como seres humanos, como objetos que sirven a su objetivo. Todos los personajes que se cruzan en su camino son vistos desde su punto de vista, todos rozan lo estúpido, lo absurdo casi, pues es así como Jack ve a todo ser humano que no sea él mismo. De alguna manera muy retorcida, Jack nos recuerda a Jean-Baptiste Grenouille de El Perfume: La Historia de un Asesino, esta última una historia mucho más cercana a la poesía, pero que aún así expresa el mismo principio de un arte, un perfume en este caso, y cómo la búsqueda de este objeto maravilloso extraído de la muerte solo es la búsqueda del fin de una obsesión, de un dolor. En si ambas películas representan una visión poco convencional y más perturbadora del arte, donde esta más que construir debe destruir para construir algo mejor.

El mismo Dillon contó cuando hizo el conversatorio en SANFIC que Lars no se preocupa si las escenas son demasiado largas, que incluso le pedía a él que fuera mucho más lento y eso se nota. El filme es muy ágil y tenso, al menos tres cuartas partes de la cinta, sin embargo, el ritmo constante hacia el último cuarto se hace mucho más pausado, las escenas se hacen largas y enervantes, lo que, por lo expresado por el actor, es totalmente intencional.

La cinta encantará a los seguidores de Von Triers y a todos aquellos que son capaces de aguantar la sangre en pantalla, no recomendada, por supuesto, para estómagos sensibles, no tanto por las muertes en si, sino por la connotación que estas tienen, por el contexto frío y despreocupado en que se realizan, más que lo que se ve, es lo que significa: la muerte de toda convención social, el aislamiento de toda humanidad, un sentimiento que sin dudas perdura luego de salir de la sala de cine.

Debo confesar que me costó dormir esa noche y cuando lo hice soñé con algunas de sus escenas, una película para reflexionar, para hacerse un autoexamen de consciencia, para explorar los límites y, sobre todo, sentir el vacío absoluto de una mente macabra. Si pueden ir más allá de esas molestas sensaciones, podrán recién ver la genialidad de Von Triers, de un relato estremecedor y la magnífica interpretación de Matt Dillon de Jack, quien, después de todo es solo un hombre herido en la búsqueda de aliviar su propio dolor.

Pero como siempre son ustedes, mis estimados freaks, quienes tienen la última palabra.

Excelente.

Erika Moreno I.

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