«Ese espacio que es de todos «

Cuando estaba leyendo Ciudad satélite, me vino a la mente cómo el universo de los micro mundos se ha mantenido vigente a lo largo de la historia del entretenimiento, pasando por distintos géneros. Las historias que no tratan de algo en especial pero suceden en una casa o en un barrio han sido tema de sitcom, telenovelas, libros y películas. ¿Qué tienen que resultan tan interesantes?

Este no es un top ni un listado de productos, por lo que solo citaré algunos como contexto: series estadounidenses como Friends o nacionales como Los Venegas explotan el concepto de reunir a un grupo de personajes en torno a un hogar o dos, y mostrar las vivencias de los personajes. Suena sencillo, pero se trata de una alquimia difícil de predecir y que cuando funciona, traspasa la cuarta pared.

Pienso que lo que hace que estas ficciones perduren es una compleja mezcla de cuatro elementos principales:

En principio, un elenco variopinto es el gran punto de partida; en general son personajes sencillos, porque el objetivo de la serie o libro es generar identificación. Más allá de los estereotipos, es necesario que haya a lo menos un par de opuestos, como el espíritu del caos y la voz de la razón, o alguien muy listo y alguien que no lo sea tanto; energía contra inmovilidad, frialdad contra emotividad, amor contra odio.

El segundo punto es situar esta historia en un ambiente que sea fácil de asociar. No porque una casa sea una casa significa que automáticamente el público va a conectar; debe ser imperfecto, como el departamento de cualquier persona corriente que tal vez tiene un detalle u otro.

Las historias son lo más difícil, pero representan el alma de la ficción; tanto si hablan de niñez, de jóvenes buscando el amor o de una familia disfuncional, deben ser auténticas e incorporar elementos que sean fáciles de captar por parte del espectador. Como ese incómodo momento en que tus padres te avergonzaron con un recuerdo frente a tus amigos, o cuando mentiste para ligar, o cuando las cuentas acorralaron a la familia. Se trata de conceptos que la mayoría hemos vivido en alguna medida, y que nos permiten recuperar recuerdos y a partir de ahí divertirnos o emocionarnos con la ficción.

El cuarto y último punto tiene que ver con la honestidad; los personajes y las situaciones que viven deben ser mostrados alejándose del estereotipo perfecto de otras ficciones. Deben mostrar aquello que puede molestar o avergonzar de forma transparente, porque eso hace que el lector o televidente se sienta dentro de esa historia, una que al igual que la suya está llena de fallas y errores, pero a la que se quiere junto con todo eso.

Recuerda que puedes leer la reseña de Ciudad satélite aquí.

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Nos leemos.

 

 

 

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