Dice un antiguo dicho que las segundas partes nunca son buenas; y, por desgracia, la industria del cine no ha contribuido de forma favorable a ello, ya que en ella abundan las continuaciones innecesarias, aburridas, mal hechas e injustificadas.

Pero la existencia de las continuaciones y secuelas no se origina en el cine, sino que viene desde mucho antes en el mundo de la literatura; mucho antes de las novelas hechas para hacer películas y de hecho, muchísimo antes de todo el mundo de las sagas contemporáneas.

Quizás es por esto que en ese ambiente sea algo más común ver que las cosas funcionan de una mejor forma, porque ha habido más tiempo para explorar y aprender.

¿Cuál es el problema de las segundas partes?

Según mi experiencia como lector, el principal problema radica en la construcción de la novela en sí, y lo explicaré de la siguiente forma.

Una novela debe ser una historia en sí misma, un universo que pueda sostenerse por su propio peso, más allá de todo lo que lo rodea; si bien no podemos esperar que una segunda o tercera porte nos introduzca todo el contexto y a los personajes de forma detallada, ya que esto sería cansador para los lectores que ya han leído las partes anteriores, sí debe encontrar un modo de ambientarnos de forma independiente. Para esto, las retrospectivas, sueños, recuerdos y conversaciones sobre lo que ocurrió en el pasado son de gran utilidad.

Hay algo que tiene relevancia en la construcción de una obra, y me refiero a medir muy bien las cantidades de dos elementos: independencia y legado. Por defecto, es mucho más sencillo tomar los elementos que funcionan bien en la primera, ponerlos en la segunda y despertar un nuevo conflicto, pero es aquí en donde reside un error habitual: utilizar los lugares comunes como base y no como complemento.

Supongamos que tenemos una primera parte en donde la protagonista lucha para conseguir un empleo. Lo logra, y eso define la resolución del nudo central de esa historia; si en la segunda parte, en vez de mostrar el desarrollo de la chica dentro de la empresa, inventan que va a tratar de entrar a otro puesto, la sensación como público es de preguntarse ¿Y para qué pasamos por toda la aventura anterior?

Es en esta delicada alquimia que reside el éxito de una segunda parte: debe poder encantar y ambientar con valor propio, sin dejar de lado lo que sucedió antes, pero dando sus propios pasos, tanto para su propio desempeño como para poder capturar a un lector ocasional, que no necesariamente ha leído el libro anterior.

Esta semana haré un experimento por el que ya pasé con anterioridad de un modo casual: comenzaré por la segunda parte.

El desafío entonces será conocer y adentrarme en una historia de la que no tengo información previa, y ver cómo funciona como una historia individual. ¿Será lo suficientemente atractiva como para querer regresar a la primera?

Los invito a descubrir esto en mi análisis de libro este viernes.

Comenta con Nosotros