El 31 de marzo de 1999 las estrenaron una película que llegaría a revolucionar la manera de hacer cine: Matrix. La cinta, protagonizada por Keanu Reeves, Laurence Fishburne y Carrie-Anne Moss, es considerada por muchos como una de las mejores películas de ciencia ficción de la historia no solo por sus escenas de acción, su fotografía y efectos especiales, sino también por su ideología que, a 20 años después de su estreno, sigue razonando con sus fans.


En Matrix conocimos a Thomas Anderson (Keanu Reeves), un experto en computadores con una doble vida: de día, un trabajador para la corporación Metacortex; de noche, un peligroso hacker conocido como “Neo”. Anderson pasaba su vida casi sin ser percibido, pero no así Neo. Su talento con la tecnología atrajo la atención de Morfeo (Laurence Fishburne), un denominado terrorista digital y el único capaz de dar una respuesta a lo que Neo buscaba: ¿qué es “Matrix”?

Matrix era una realidad virtual donde Neo -y el resto del mundo- se encontraba inmerso. “Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad” le dice Morfeo. Lo cierto era que los humanos estaban siendo esclavizados por máquinas que los usaban como energía para subsistir. Las personas eran cultivadas y, con un cable conectado a su cerebro, se les hacía creer que existían en un mundo que nosotros conocemos como el nuestro.

Todo lo que Neo creía saber con certeza era una mentira alimentada por las máquinas. El mundo era parte de la Matrix: una ilusión colectiva que los sumergía en un “realidad” completamente controlada por estos entes.

El supuesto de un mundo virtual al que los humanos estaban sometidos desafió la manera en que pensábamos la realidad. Nos hizo preguntarnos: “¿somos reales?” y si no, “¿qué es real?”. El impacto de Matrix no fue porque era una película que mirara hacia el futuro, sino que al revés. Con su historia, las Wachowskis nos dijeron: ¿y si todo esto pasó y nunca nos dimos cuenta?

Más allá de la acción, el vestuario y los efectos especiales, eso fue lo que hizo a Matrix tan especial y la icónica película que es hoy. Una simple pregunta significó un gran cuestionamiento que, para quienes la vieron, cambió la forma de ver el mundo. La realidad ya no es lo que veo, porque según las Wachowskis, ni siquiera puedo confiar en lo que veo. La realidad se convirtió en lo que yo decido que es real. Para mejor o para peor.

Para mi, el arte es una conversación. Un acto entre quien lo produce y quien lo consume. Matrix es de esas cintas que, como arte puro, nos conversan, nos hacen preguntarnos cosas, armar teorías e influyen en la forma en que pensamos y observamos el mundo. Matrix llegó para sumergirse en la cultura pop: ¿Quién no ha hecho alguna referencia a esta película?

Aquí nos hallamos 20 años después del estreno de Matrix. Las cosas han cambiado significativamente desde entonces, sobre todo si hablamos de tecnología: en 1999 todavía se usaba el VHS, se jugaba Snake en los teléfonos Nokia y se guardaban archivos en disquetes. Ahora todo eso -ver películas, jugar, guardar archivos- lo podemos hacer de un mismo dispositivo que llevamos con nosotros a todas partes.

Mucho ha cambiado, pero aquello que temían los que acercaban a un nuevo milenio sigue en la cabeza de nosotros. Ahora la pregunta que hacía Matrix hace 20 años (“¿qué pasaría si nos controlan las máquinas?”) no parece ni un poquito descabellada. ¿No es eso lo que ocurre en la época actual con los aparatos electrónicos, las redes sociales y los medios de comunicación? ¿Qué es real cuando nos llenan de fake news o cuando Google recopila nuestros datos para decirnos qué nos gusta incluso antes de que nos empiece a gustar?

A dos décadas desde que Morfeo le preguntó a Neo si elegía la píldora roja o azul, nos encontramos en un dilema parecido. ¿Qué elegiríamos, ser conscientes de cada desgracia que ocurre en nuestro mundo o aceptar que siendo ignorante serás feliz? ¿No tomamos esa decisión cada día?

Y tú, ¿ya saliste de la Matrix?

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