• Nombre: La Forma del Agua
  • Director: Guillermo del Toro
  • Música: Alexandre Desplat
  • Reparto: Sally Hawkins, Octavia Spencer, Michael Shannon, Richard Jenkins, Doug Jones
Guiones: Guillermo del Toro y Vanessa Taylor

Sinopsis: En los Estados Unidos, alrededor de 1963 la Guerra Fría y la carrera militar y espacial están en su punto más álgido. Elisa (Sally Hawkins) es una empleada de la limpieza muda en una instalación del Gobierno que esconde unos laboratorios secretos. Su vida hasta entonces rutinaria, cambia por completo al descubrir a un ser enigmático: un hombre-pez único, una auténtica anomalía natural, que vive encerrado y es víctima de diversos experimentos. Elisa de inmediato siente simpatía por este extraño ser y se establece una fuerte conexión entre ambos. Pero el mundo real no es un lugar seguro para un hombre de estas características.

Reseña: Cuando Guillermo del Toro cuenta que esta es una historia que nace de su más tierna infancia y que es algo que le tomó más de 30 años sacárselo de sus pensamientos porque quería que viera la luz, es algo que uno le cree a ojos cerrados. Porque al ver la película se nota. Uno se da cuenta que es una fábula que nace de sus anhelos más íntimos apenas comienza la película.
Ahí es cuando comienza un viaje mágico con una música que te inmiscuye en la vida de Elisa (Sally Hawkins) y sientes como si abrieras uno de tus viejos libros de cuentos de hadas que pedíamos antes a nuestros padres que los leyeran, con una voz suave que es justamente la que comienza a relatar la historia.


Elisa, es una mujer dulce y tierna, pero muda y solitaria, y sus únicos amigos son el esforzado pero derrotado dibujante Giles que es su vecino y la habladora y agradable Zelda (interpretada por Octavia Spencer) su compañera de trabajo en el servicio de limpieza en unos laboratorios secretos del gobierno a los cuales llega un hombre-pez, un ser casi mitológico con el cual entablará una amistad gracias a la empatía que le muestra ella al ser la única persona que lo trata de una manera compasiva –dado que Strickland (interpretado por Michael Shannon)– lo trata don desprecio y a punta de macanas eléctricas establece su superioridad.


La vida de Elisa, a pesar de que siempre se le ve sonriendo, es hueca y triste. Ella, está atrapada en la rutina de cocerse huevos, masturbarse en la bañera, visitar a su vecino para ver musicales clásicos e ir y volver del trabajo, y es más feliz en el mundo de los sueños que en su monótona realidad diaria y, de alguna manera, esto nos puede remitir al propio Del Toro en sus ganas de vivir la vida a través de las películas y no tanto la real, dado que la protagonista toma estos momentos de salirse de su realidad para olvidar el hecho de que se siente una persona profundamente incompleta. Lo que creo que es el mensaje central, o uno de los tantos, tanto Elisa, como Giles y Zelda son personas que sienten que no han encontrado su lugar en la vida, se sienten perdidos y solos, lo que hace que la conexión con ellos sea más fuerte. Todos, tienen este vacío que necesitan llenar. Unos son más notorios que otros. Y se ve como algo tan actual a la vez, porque, hasta el día de hoy podemos pensar que tenemos casa o trabajo pero nuestras vidas puede que aún sean rutinarias y necesitemos llenar ese vacío. Estamos siempre en busca de nuestro lugar en el mundo y creo que esta es una de las razones por las cuales ha calado tan hondo para lo que es esta temporada de premios.
Porque también hay momentos en que la intolerancia y la mezquindad de la sociedad que rodea a estos personajes es, lamentablemente, bastante actual. Que no es solo cosa de los años 60, y nos recuerda que hay mucho por hacer. Y sobre todo en un lugar como los Estados Unidos, y si hacemos eco con el contexto actual de este país, esta película se vuelve más relevante.
Demás está decir que me encantó la historia de amor, entre Elisa y la criatura (interpretada por Doug Jones) que parte desde la ternura más grande hasta una pasión desmedida. Tiene muchos tintes de La bella y la Bestia (1946) de Jean Cocteau (la que muchos dicen que es la mejor de todas las versiones), La forma del agua es un cruce sublime y extraordinario entre el fantástico y el romántico; sin necesidad de tener a una joven que siga el canon de la belleza de pasarela que nos tiene tan mal acostumbrados –Sally Hawkins, la maravillosa actriz protagonista, ha pasado la barrera de los 40 y si resulta fascinante en la obra es por saber congeniar fragilidad, inocencia, valentía y amor absoluto- y haciendo creíble (y emocionante) una historia de amor en los límites de la realidad.


Y es ese amor el que llena ese vacío, el que la empuja a buscar hacer lo imposible, que la hace salir de esa rutina y ser libre de hacer y sentir lo que ella quiera, tomar las riendas de su vida y destino, y es eso lo que mueve a quienes la rodean a saber a dónde pertenecen. A ellos mismos, y esa es al menos, una forma de sentirse completo.
Se enamoran de lo que ellos son, de lo que representan, de lo que ven más allá de lo que se ve.  El amor de ella, al no tener voz, se expresa casi en su totalidad a través de la observación. Los ojos de Elisa hablan, le dicen todo lo que puede ser dicho al monstruo; la forma en que lo ve lo convence, lo exalta, lo transforma; a ella la hace más libre de lo que nunca fue. Y él se presenta como un ser inteligente y empático, que se emociona, le cree, se revela vulnerable y percibe la vulnerabilidad de ella, pero que igualmente, a través de cómo la ve es que la acepta y, al mismo tiempo, se le ofrece, aunque no termina de comprender como es que ella no habla. La comunicación entre ellos es plena, está cargada de pureza y los llena de fuerza para atrever amarse y para enfrentar lo que sea que se les quiera interponer. El indispensable ejercicio de paciencia que el amor requiere cuando en realidad lo es. Y, al mismo tiempo, la dolorosa asimilación de la fragilidad de amor; saber que de un momento a otro, por una razón u otra, se puede perder el amor de esa persona, o se puede perder a la persona. Ese es justamente el encanto de la película y de su historia.
Además que en esta película las actuaciones son simplemente brillantes, Sally Hawkins es enternecedora y magnética, una de sus mejores actuaciones que le he visto, Octavia Spencer, Michael Shannon y Doug Jones, brillan con sus actuaciones. Ellos realmente se ven inmiscuidos en este viaje y no te sueltan hasta el último minuto.
Asimismo está el hecho de que la película es un deleite visual, con colores vivos y simbólicos, la cinematografía es un lujo de ver, es visualmente atrapante y de verdad, es un deleite verla. La música crea una atmósfera tan perfecta con lo que ves, que te sientes dentro del filme. Hasta ahora, es una de las películas que mejor se ven en mucho tiempo. Es una profunda historia de amor, triste y al mismo tiempo que te deja lleno de esperanza, que siente esa calidez de haber visto algo hermoso que llena el alma y eso se sustenta en un guion impecable escrito por el propio Del Toro con Vanesa Taylor.
La forma del agua, se nota que se basa en películas viejas, libros de cómics, arquetipos míticos y su propia imaginación visual para crear películas que parecen menos hechas que descubiertas, como si las hubiera sacado del éter y les hubiera otorgado color, voz y forma. Se nota que es una película de Guillermo Del Toro: (contiene todo lo que hemos visto de él antes: el agua, la magia, la importancia del otro, la tolerancia, la riqueza visual, el retorcido sentido del humor, la dicotomía entre el bien y el mal), pero no es el de siempre, es diferente; es uno experimentado y maduro, uno que llenó el vacío, un autor que no solo no teme ser tierno sino uno que sabe que a partir de la ternura desnuda la honestidad de su película. Uno que ha crecido abrazando todo lo que es y que abraza y asume todo lo previamente hecho, vemos a un Del Toro que se perfeccionó para lograr la escritura de esta hermosa carta de amor al cine y al amor; a lo que debe ser el amor.

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