“Daikirai datta sobakasu wo chotto Hitonadeshite tame iki wo hitotsu”

Una serie que marcó un hito en los años noventa fue Ruroni Kenshin; todo lo relacionado con los samurais y los ninjas atrae al público, y en este caso la historia capturó la atención del público con una mezcla de humor, acción y drama.

El primer opening, que es lo que nos convoca, tiene un esquema sencillo, pero que sirvió para dejar en la memoria de todos a los personajes y sus motivaciones.

Comenzamos con una secuencia en sombras, donde de fondo aparecen los que sean los villanos de la serie, destacando por supuesto a Shishio, quien en principio llama la atención por su aspecto, pero resulta ser un gran personaje por la historia que conlleva.

La primera vista del protagonista es la de un hombre serio y decidido; destaca la característica cicatriz en forma de X en su rostro.

 

La siguiente es sin duda el corazón de la historia: Kaoru, dueña del dojo y quien reúne a los personajes; Sanosuke y Yahiko, quienes con el propio Kenshin tendrán su centro de operaciones en su casa, formando una familia.

 

La siguiente secuencia nuestra el lado oculto de Kenshin: él fue un asesino, y en el momento de la batalla, resurge esta faceta.

Su rostro cambia, sus ojos muestran decisión.

Pero el asesino ahora usa una espada sin filo, muestra de su cambio humano.

El final es quizás lo que aspira el protagonista como objetivo definitivo: tener un lugar al que volver, y poder respirar el aroma de un hogar.

Este opening fue marcado por la estridente canción Sobakasu, que curiosamente tiene una letra que no tiene nada que ver con el concepto de la animación, pero que funciona por ser muy pegadiza. Por suerte cósmica, no fue traducido y lo escuchamos en la voz original.

Un opening llamativo, que combina diversos elementos de forma eficiente y que fue la puerta de entrada a una serie ícono de Japón.

Update: ¿Se te antojó verlo? Aquí hay una de las muchas opciones: Sobakasu

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