Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada 

ana-kCon esta frase comienza Ana Karenina, una de las obras más reconocidas del realismo literario, creada por el escritor ruso León Tolstoi, y que fue publicada por primera vez en 1877. Es un relato denso, que por ende no cautivará fácilmente a cualquier lector, pero que aún así sigue venciendo el paso del tiempo con una trama que probablemente muchos de ustedes conozcan: Ana Karenina es una bella mujer de clase alta, casada con  el respetado funcionario de gobierno y hombre moralmente intachable, Alexey Alejandrovich Karenin. Sin embargo, en un viaje a casa de su hermano, Ana conocerá al Conde Vronsky, un atractivo oficial con el cual comenzará una relación que generará el rechazo por parte de sus pares y la conducirá a un desenlace marcado por la desgracia.

Paralela a la historia de Ana, también se incorpora la relación de Levin y Kitty. El primero, un personaje que juega la contraparte dentro de la nobleza, con una mente inquieta en constantes cuestionamientos sociales y religiosos. La otra, una joven que observaremos crecer y madurar ante los hechos que acontecen en su vida. Con ellos se desarrollará una historia secundaria, pero que para varios puede resultar más conmovedora que la principal, y que además introduce reflexiones tanto políticas como espirituales que probablemente atormentaran al propio Tolstoi mientras escribía su relato.

Ana Karenina es un relato complejo, puesto que en torno a la historia central el autor dedica gran parte a retratar la situación política y social en Rusia. Este contexto, a ratos tedioso por la constante injerencia de diálogos al respecto,  es sin embargo un buen marco para comprender el contexto histórico en que deambulan los personajes, y a su vez una crítica a la ineptitud de la clase alta en materias sociales, y su hipocresía moral, latente ante la relación adultera que establece Ana.

Pese a que muchos de estos personajes rescatan defectos de la clase alta de la época, hay en ello mismo una cualidad a destacar del autor: la capacidad de inspirar un juicio ante ellos, que como lectores no quedemos impasibles y podamos reflexionar en torno a las acciones y pensamientos de los actores de este relato.

En lo práctico – siendo honesta- es un libro lento, con una extensión y densidad que te hace querer celebrar cuando ves la palabra “fin” al abrir la última página. Sin embargo, es a su vez una obra que vale la pena el esfuerzo: es un relato que retrata muy bien una época y sociedad que en general desconocemos, y es además una excusa para cuestionar y debatir en torno a los temas que rescata.

Ana Karenina, tal como ocurre con varios clásicos de la literatura, es uno de esos libros que ha momentos requiere voluntad para continuar leyéndose, pero que una vez concluido te deja la satisfacción de una nueva veta de conocimiento. Es una novela que se ha ganado su espacio en la memoria de sus lectores, con un relato complejo, humano y escrito con innegable talento.

Recomendada, pero requiere el animo y la dedicación de quien emprenda su lectura.

 

Francisca Tapia.-

“Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad” Gregorio Marañón 

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