Una novela intimista y sentimental que logra emocionar y enganchar desde la primera página. Una oda a los profesores, comprometidos y con vocación, capaces de sacrificarse por la enseñanza y dejar huella en sus alumnos.

Ikal Machuca tiene once años, es hijo de un obrero del ferrocarril y sueña con ser maestro. Admira a Chico, cuenta los trenes que pasan con Tuerto, sueña con Valeria y vive mil aventuras con Quetzal, su perro. Todos son alumnos de don Ernesto, en la escuela vagón Malinalli Teneplat, durante el curso que cambiará sus vidas. Entre pobreza y trabajos forzados intentan llevar la mejor vida posible, dependiendo del curso que lleven los vagones en los que viven. La escuela es la única esperanza de soñar con un futuro mejor.

Una foto en blanco y negro de aquellos niños, que duerme en el expediente olvidado de la Secretaría de Educación, se convertirá, años después, en la peor pesadilla de Hugo Valenzuela, un brillante inspector. El maestro, anciano y casi ciego, debe jubilarse. Pide reemplazo pero algunos políticos creen que ha llegado el momento de darle término a un modelo educativo pasado de moda e inútil. Pero Hugo no está tan convencido de que cerrarla sea la mejor decisión y hará un viaje que lo llevará a reencontrarse con su pasado y donde deberá jugarse su futuro, descubriendo que hay huellas que no se pueden borrar.

«Recuerde, Ikal, hay muchas maneras de mirar la vida. Mírela siempre como una promesa»

La historia de Ikal es hermosa pero a la vez devastadora, él tiene la suerte de tener una familia que nunca le haría daño pero cuando uno vive en la pobreza, las realidades de otros niños pueden ser muy diferentes. Cada familia intenta sobrevivir con lo que tiene y más futuro que ese no ven. El libro nos describe cosas que llegan al corazón con fuerza, entre dolor, felicidad, inocencia y una infinidad de sensaciones que te revolverán el alma.

El tema de las escuelas vagón es algo super interesante que vale la pena conocer, escuelas que se improvisaban para intentar llevar la educación a la mayor cantidad de niños posibles. Los alumnos eran de todas las edades y se pasaba la materia necesaria para salir adelante, un poco de todo pero con mucha motivación. La vocación que debían tener esos profesores es admirable, y don Ernesto es el mejor ejemplo de ello, haciendo clases por lo mínimo, lidiando con niños que a veces ni cuadernos podían comprar pero siempre entregándoles algo muy valioso que es el derecho a soñar, a imaginarse fuera de su realidad y cambiando su futuro. Siempre he pensado que ese el regalo más lindo que nos entrega la educación y los profesores, el poder soñar con ser mucho más de lo que cualquiera podría imaginar, el creer que puedes ser todo lo que te propongas sin importar tu realidad social, y gracias a esto muchos lo llegan a lograr.

Este libro me sorprendió gratamente, las historias que se cuentan dan tanta nostalgia pero a la vez te obligan a hacer una retroalimentación de tu propia vida, evaluando todo lo que has hecho y si realmente siempre quisiste que fuera así. Te obliga a intentar ser feliz siendo la persona que siempre quisiste ser y no como otros te dijeron que debías ser. Al final nos deja esa sensación de ser sinceros con nosotros mismos para llegar a la autentica felicidad. Además de ser una oda a la vocación de los profesores y a la educación en sí. Lo recomiendo sin dudarlo porque es un libro maravilloso.

Esta es una historia llena de melancolía y nostalgia, que nos habla de los caminos que tiene la vida, de nuestra esencia que jamás nos abandona y la importancia de la persona que decidimos ser.

 

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