Si sudaste materia gris y quedaste con jaquecas después de ver las dos primeras temporadas de Dark, es imperativo que te prepares para eso y más en esta tercera parte. La última temporada de la serie alemana explora rincones nuevos y desconocidos, aumenta las confusiones, pero logra dar cierre a su historia con un final a la altura de los clásicos del sci-fi moderno. Así que lee con confianza, que esta reseña no tendrá spoilers (pero sí referencias a las dos primeras temporadas).

Para hablar de la última temporada de Dark se hace necesario hablar de lo que es una extensión natural de las temporadas anteriores: el apartado cinematográfico. La estética de la serie en general es de un nivel impresionante. La forma en la que los desarrolladores logran capturar esencias, sensaciones y emociones a partir del uso de iluminación, de efectos prácticos, de paletas de colores; es sencillamente
espectacular. Sin embargo, en esta temporada en particular y sobre todo hacia el tramo final de la misma, parece que esta característica fue llevada al máximo. Los escenarios que los protagonistas visitan (sin entrar en detalles) son vivos y orgánicos, pero también sombríos y hostiles.

Lo interesante de este tramo final de Dark es que la serie cuestiona sus propios cimientos narrativos. Los “límites” de lo posible que fueron planteados en las dos primeras temporadas, por más descabellados  que hayan sido, aquí se tuercen y se ponen en duda. Eso lleva a instalar la sensación constante de que lo que creemos posible puede cambiar y que, en definitiva, todo (literalmente todo) puede pasar en Dark.
En esta tercera temporada nos enteramos de que la idea de viajar en el tiempo es sólo la punta de un iceberg complejo y hermoso.

En el final de la temporada anterior fue instalada la posibilidad de mundos o universos existiendo en forma paralela, con la llegada de “otra Martha” a rescatar a Jonas del fin de su mundo. Esta idea venía a remecer lo que sabíamos sobre la historia, pero incluso eso se queda corto con lo que viene después. Lo cierto es que el desenlace de este juego eterno de bucles en el tiempo tiene que ver con muchas más cosas que viajes temporales y universos paralelos. La temporada final de Dark eleva su propia narrativa a niveles impensados, y de la misma forma, eleva todo lo que está en juego en la vida e historia de sus personajes.

La temática de la serie es enriquecida no solo gracias a lo anterior, sino también con la adhesión de personajes nuevos (“nuevos” que no se pueden nombrar) y con la profundización de otros que habían sido relegados a papeles muy secundarios. Sin entrar en detalles, personajes como Bartosz, por ejemplo, terminan teniendo un peso en el marco general de la historia que sinceramente no había por donde prever.

A pesar de esto, los personajes que ya habían adquirido relevancia con las entregas pasadas, no la pierden aquí. Jonas sigue siendo el elemento central de la enredadera temporal gigante que es esta serie. La tremenda interpretación de Louis Hoffman en ese papel viene a ser como la guinda de la torta en el desarrollo del personaje. A él se suman Lisa Vicari como Martha y Julika Jenkins como Claudia. Tanto esos personajes como los actores y actrices quienes los interpretan son sin duda parte de los highlights del show.

Algo que llama profundamente la atención de esta temporada es que combina decisiones narrativas, ejecutándolas todas al mismo tiempo y agregando a ellas un componente filosófico muy patente. En las dos primeras temporadas fuimos testigos de lo que conocemos como “el viaje del héroe”, representado por la historia de Jonas, como también las paradojas del abuelo (Charlotte y Elisabeth) o de Hitler (Ulrich y Helge). A ellas se suma algo que es elemental a la experiencia humana: el bien y el mal, representadas como luz y oscuridad (todo tiene que ver con Star Wars). En esta oportunidad se explota no sólo la coexistencia de ambas ideas luchando contra la otra, sino también lo difuso que puede llegar a ser el punto medio entre ambos extremos. Quienes son realmente el mal y quienes son el bien son interrogantes que se plantean, pero que no se responden explícitamente. La decisión de encasillar a cada personaje como bueno o malo corre por cuenta nuestra, pero la sensación general es que la experiencia humana es siempre capaz de ambas cosas.

Esta última temporada también termina de confirmar una característica muy propia de serie, que es lo difícil que es spoilearla. Muy pocas que puedan decirte sobre el desarrollo de esta parte de la historia pueden arruinarla, precisamente porque aún viéndola cuesta mucho entenderla. Si las dos entregas previas necesitaban de mucha concentración, esta aún más. Me atrevería a decir que esta temporada en
particular debe ser la más compleja de las tres, la que más elementos nuevos agrega y la que vas a necesitar ver más veces para entenderla a cabalidad (definitivamente yo tengo que volver a verla). Sin embargo, la ejecución de toda esta complejidad es sublime, y quizás es eso lo más llamativo no solo de la temporada, sino de la serie como un todo. El mantener confundido al espectador es precisamente lo que invita a seguir consumiendo la historia. La confusión, la incertidumbre y la ansiedad son los elementos que hacen de Dark lo que es.

Dicha incertidumbre es resuelta con un final que está sin lugar a duda a la altura de grandes clásicos de la ciencia ficción moderna, pero que seguramente no dejará contento a todo el mundo. Es un desenlace que una vez presentado, es lo que más hace sentido para poder cerrar una historia tan compleja como la de Dark. Si hilamos más fino, puede que haya en el final algunos elementos estéticos y narrativos similares a otras series o películas. “Eso ya se ha visto”, podríamos decir quizás, pero no es el caso. El cierre de esta historia contiene en sí mismo una dualidad exquisita entre lo teóricamente (o científicamente) complejo y lo emocionalmente sencillo y efectivo. Y eso, tal cual como pasa aquí, no se ha visto. Al menos no en una serie de ciencia ficción. Después de verlo es inevitable pensar que no existe una mejor manera de terminar la historia.

Este “capítulo final” en la historia de Winden, de Jonas y Martha, de Mikkel y los Nielsen es intenso. Es potente y emocionante. Viene a coronar lo que pasará a la posteridad como una de las mejores producciones originales de Netflix, y me la juego, como una de las mejores de la historia en formato de serie de televisión. Independiente de los gustos personales, es innegable que Dark vino a remecer desde la base el género de la ciencia ficción, e instalándose como referente de aquí en adelante. Lo cierto es que nada, nunca es lo que parece en Winden. Ni en 1953, ni en 1986, ni en el 2019. Recuerda: lo que conocemos es una gota. Lo que desconocemos, un océano.

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