Ya van dos años del estreno de Queer Eye en Netflix y la serie ya cuenta con cinco temporadas en la plataforma. Su éxito y el paso de sus cinco protagonistas del anonimato a la fama fue quizás inesperado para ellos, pero totalmente entendible para el espectador cuando uno se detiene a ver la serie.

Basada en la serie Queer Eye for the Straight Guy (2003), donde un grupo de cinco hombres gay especializados en distintas áreas ayudaban a un hombre heterosexual a arreglar su vida en una semana, este reboot, titulado solamente Queer Eye, parecía no diferir mucho de su obra creadora. En su primera temporada, ambos programas solo se diferenciaban por la ciudad en que estaban ambientadas (en la original, Nueva York; en el reboot, Georgia).

La primera temporada siguió a este nuevo grupo “Fab Five” -Tan (Moda), Karamo (Cultura), Antoni (Gastronomía), Jonathan (Estética) y Bobby (Diseño)- en una aventura parecida a las de sus predecesores. Aunque con algunos pequeños problemas (algunos participantes resultaron no tener química alguna con los Fab Five), esta primera instancia sirvió para que el público se familiarizara con las personalidades de sus nuevos protagonistas y el éxito fue instantáneo, algo que quizás ni siquiera Netflix pudo predecir. Así, Queer Eye no solo se convirtió en el placer del espectador de ver el cambio radical en una persona, sino que este comenzó a interesarse en la vida de los Fab Five, todos carismáticos en su propia manera.

El éxito y carisma de sus protagonistas hizo solamente que el programa se engrandeciera. En temporadas siguientes, la serie dejó de ser enfocada solamente en el hombre heterosexual, sino que también comenzó a aceptar participantes mujeres, hombres no heterosexuales y personas transgénero. En su cuarta temporada, la serie incluso se dio la oportunidad de acercar al espectador aún más a los Fab Five: en un episodio, Jonathan Van Ness vuelve a su ciudad natal y ayuda a una de sus profesoras de infancia a mejorar su vida.

La diversidad de las personas participantes en Queer Eye se volvió otra parte fundamental de su éxito. En un programa cuya base es igual en todos los capítulos, es importante que estos no se sientan repetitivos entre ellos o que algunos sean vistos como “relleno”. Los Fab Five ayudan a un grupo tan variado de personas que hace que el espectador recuerde lo grande que es el mundo, a pesar de que esté ambientado solo en una ciudad. Una joven lesbiana cuya familia la rechazó, un joven que busca salir del closet frente a su mamá adoptiva, unas hermanas con un negocio de comida que dedican mucho tiempo al trabajo y poco a ellas mismas son ejemplos de personalidades que vemos en Queer Eye y cuyas historias hacen que el programa sea tan bueno.

Este nuevo año nos trajo otra temporada de Queer Eye. Para alguien que ha visto casi todos sus capítulos y que se ha emocionado con muchas historias representadas en la serie, para mí resulta muy notorio que es una de las temporadas en que los Fab Five se han visto más cómodos. Su segundo capítulo, donde ayudan a una estilista de perros a armar un desfile de moda, es quizás donde más se han divertido a lo largo de la serie.

La emocionalidad que trae este programa siempre ha sido algo fundamental y una de las razones por la que pega tanto con su espectador. Ahora, en tiempos de cuarentena donde muchos nos hemos aislado de los que más queremos, donde el contacto es lo que más se debe evitar, es reconfortante ver a los Fab Five y sus participantes formar bellas relaciones y ver a las personas crecer gracias a la comunicación, el cariño y el afecto.

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