«Cuando los intereses pueden más que la razón»

Después de la dura experiencia de leer “Dime dónde estás y vamos a buscarte” me ha quedado dando vueltas en la mente cómo es que la política puede torcer tanto los conceptos básicos de un ser humano.

En principio, la política es un ejercicio de convencimiento y manipulación. Realmente los políticos no tienen nada, solo usan el poder que les da la gente para obtener otro tipo de poder, que influye indefectiblemente de forma positiva en ellos y, con bastante suerte, de forma no muy negativa en aquellos que los eligieron.

Que la política sea necesaria en nuestra sociedad es algo debatible; pero existe porque la sociedad humana carece de la habilidad de entenderse, y además tiende a reposar la responsabilidad en otros. El problema no viene con la existencia de estas personas y conglomerados que en teoría nos representan, sino con la fidelidad que quienes les rodean prodigan por ellos.

Si ocurre un atentado terrorista, todos los políticos del color que sea deberían condenar ese acto y aportar su poder de comunicación para que se haga lo que sea necesario. Pero sucede que estamos en un mundo en donde muchos políticos han llegado hasta donde están gracias al dinero o influencias de empresarios u otros políticos; donde medios de prensa han conseguido beneficios por estos políticos, y donde personas comunes han decidido poner toda su fe en una ideología que está hecha de aire, porque se vende con ideas pero responde a propósitos egoístas como devolver favores políticos o evitar que tal o cual empresario diga públicamente que hizo un financiamiento irregular.

Así que la masa deja de pensar en el momento en que aquellos a quienes eligieron como representantes dicen algo; y esos representantes dicen algo porque tienen que pagar una deuda, o para no perder el puesto y el sueldo que ya tienen en sus manos. Qué importa si se hace burla de los muertos de otro, qué importa si entorpecen una investigación policial, o si tratan a los deudos como carroñeros; la premisa es que mientras no me pase a mí, todo está bien, pero cuando me pasa, no lo puedo permitir.

Este tipo de comportamientos son habituales en la raza humana y resulta difícil no verlo, pero es preocupante ver que el acceso a la información en la actualidad no parece servir para que la gente piense por sí misma, sino para luchar de forma ciega para defender a personas que ni siquiera conocen, y que son en última instancia, los primeros que les darán vuelta la espalda.

El dolor por la pérdida de un ser querido es siempre el mismo, la tragedia de la guerra y los atentados terroristas siempre es real, y nunca bajo ninguna causa es justificable; estos principios deberían primar por sobre la política partidista y las ilusiones de papel.

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Nos leemos.

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