Amigos, cuando nos dicen los conceptos de “Anime” y “Live action” rogamos que ojalá sean dos palabras que nunca vayan juntas en una oración. Está comprobado que nada da más terror a un fan del animé que la siguiente oración “se va a hacer un live action de…” No podemos culparlos. La relación entre esos dos conceptos es complicada. Solo el año pasado los fans del anime sufrieron el atentado que fue la versión live-action de Death Note y mientras menos hablemos de Dragon Ball Evolution mejor. Es seguro afirmar que aún hay gente que se está reponiendo de ver ese film.

Por lo tanto cuando Netflix anunció que haría una adaptación live-action de Boku Dake Ga Inai machi (El pueblo donde solo yo desaparecí) había cierto nivel de reticencia. Como mencioné, la relación anime/live-action la mayoría de las veces es sinónimo de desastre. Así que cuando me senté a ver esta adaptación de Netflix esperé que lo hicieran bien. Boku Dake Ga Inai Machi es uno de mis mangas/animes favoritos, es realmente una gran obra que te puede causar desde la intriga más grande por la excelente historia, hasta el llanto porque es una obra conmovedora.

Hablemos un poco de su historia. Boku Dake Ga Inai Machi o como la conocemos Erased nació de la mente del mangaka Kei Sanbe como una serie seinen (es decir enfocados en jóvenes de 18 hacia adelante y por lo tanto maneja temas más complejos) en las páginas de la revista Young Ace de Kadokawa Shoten desde el año 2012 hasta el 4 de marzo de 2016. Ese mismo año tuvo su adaptación animada y con un total de 12 episodios finalizó unas semanas después de acabado la manga. La serie goza de gran éxito ya sea en el formato de manga, anime, película live action e incluso una novela spin-off. Ahora, ¿de qué se trata?

En 12 capítulos (tanto en el live action como en el animé) vemos la historia de Satoru Fujinuma (interpretado por Yuki Furukawa y Reo Uchikawa), un hombre de 29 años que tiene el sueño frustrado de ser mangaka, ha sido rechazado en muchas editoriales porque según le mencionan “sus series carecen de corazón” por lo tanto su vida es bastante vacía y solitaria, salvo por unas cuantas visitas de su madre y de vez en cuando conversar con su joven compañera de trabajo Airi Katagiri, pero fuera de eso, vive por inercia y sin expectativas de un cambio en su vida. El mismo Satoru menciona “Tengo miedo de conocerme. Me asusta pensar de encontraré que no tengo nada que ofrecer al mundo. Me escucho diciéndome cada día: podría haber hecho las cosas diferentes, para protegerme, pero… son solo excusas” Con eso nos da a entender el tremendo vacío en el alma que tiene.

También es una persona que vive con el terrible peso de saber que en su más tierna infancia ocurrieron misteriosos asesinatos que terminaron costándole la libertad a un muy querido amigo suyo y no pudo ayudarlo, lo que ha repercutido en su vida de tal forma que prefiere siempre estar solo, y da la impresión que no le importa lo que pase a su alrededor por su forma tan apática de ser.

No obstante lo que si posee es el poder de la “regresión” (“Revival” en el original), es decir, que puede volver unos minutos al pasado para prevenir alguna tragedia o desastre aunque termine herido en el intento, la clave está en encontrar el detalle en la escena y hacer lo posible por corregirlo. Ya en el primer episodio queda herido intentando salvar a un niño, y más adelante logra salvar a una niña de un secuestro, pero desgraciadamente la tragedia ataca otra vez costándole la vida a su madre. El pánico y la presión corren tan fuertes en las venas de nuestro protagonista que sale corriendo, y su regresión lo lleva a 18 años en el pasado en donde Satoru se da cuenta que para impedir los horrores de su presente debe afrontarlos en el pasado. Porque todo comenzó en 1988, justamente en su época de la escuela primaria y con la desaparición de su compañera Kayo Hinazuki (interpretada por Rinka Kakihara), la primera víctima de una serie de desapariciones y asesinatos en la zona, muertes de las que se siente algo responsable porque tiene la sensación de que, si no la hubiese dejado sola, las cosas habrían sido diferentes. Y esa actitud es muy identificable. ¿Cuántos somos los que miramos hacia atrás, reflexionando cuan diferentes habrían sido las cosas con el “si yo hubiera…”? Cuando en el fondo, aquellas eran cosas que no podemos controlar, porque teníamos una manera de pensar antes, y vamos cambiando con el paso del tiempo.

En esta Regresión, Satoru tendrá que afrontar sus decisiones del pasado y ahondar en sus sentimientos y su manera de ser, de comportarse y de relacionarse con el resto de compañeros y amigos para conseguir cambiar el futuro. Y al hacerlo, además, logrará redescubrirse a sí mismo y cambiar su propia historia.

Y no les voy a decir más para que la serie la descubran por ustedes mismos, pero confíen en mí cuando les digo que es una gran serie.

Como les había mencionado antes, el éxito de esta serie es tal, que cuando Netflix anunció una adaptación en live action de la serie, por supuesto me puse nerviosa y desconfiada. Es cierto, esta plataforma tiene contenido muy bueno pero solo unos meses antes de eso habíamos tenido la nueva adaptación de Death Note. Y creo que no necesito especificar lo espantoso que fue pasar por esa experiencia. Pero, para darles un punto a los de Netflix es que este proyecto era en alianza con Kansai TV y contaría con un elenco japonés.

Así que, con ese antecedente me senté finalmente a ver la serie.

Pero dejemos de explicar porque ya les tengo que responder la gran pregunta:

¿Qué tal es la serie Kobato?

Afortunadamente si te gustó el manga, o el animé, esta serie NO te va a decepcionar. La serie es buenísima. Si, Netflix, esta vez lo hiciste bien. Las escenas están muy bien cuidadas, y son exactamente IGUALES a las del manga.

Por otro lado la actuación de los niños es excelente, y son capaces de transmitir mucho con muy poco. Hay una excelente decisión de casting ahí.

Lo otro que resalta mucho de esta serie en todos sus formatos es la introspección: porque el protagonista no solo se enfrenta al antagonista “físico” sino que también al antagonista que es él mismo: durante toda su vida, Satoru ha huido de los problemas y eso lo ha marcado de tal manera que vive oprimiendo sus sentimientos por su temor de expresarse abiertamente con el resto del mundo, lo que ha hecho que no viva su vida plenamente. Vive con este vacío que no sabe cómo llenarlo ni tampoco tiene el valor para preguntar cómo hacerlo. Y considero que plantear este tipo de temas es en donde radica una de las mayores riquezas de esta serie.

Por supuesto que tiene algunos fallos, y, nuevamente esto lo digo como una persona que leyó el manga y vio el anime y es que siento que en privilegiar a algunos personajes, a otros no les dieron el realce suficiente. La tesis de la serie habla sobre llenar vacíos y todos los personajes tienen uno, así que si me dio algo de pena que no los mostraran en profundidad y por lo tanto perdían profundidad en comparación a sus contra partes animadas o del manga. No voy a decir que personajes son, pero creo que si vieron las otras adaptaciones se pueden hacer más o menos una idea. Eso sí, aquí expresan un poco mejor el porqué de las motivaciones del asesino, que era algo que por desgracia, en el anime no supieron manejar bien. Pero fuera de esos detalles la serie resulta un deleite verla.

La fuerza de esta historia radica en que no solo es un viaje en el tiempo, sino un viaje a la madurez. Es un viaje en el cual Satoru aprendió a hacerse cargo de sus problemas y planificarse y finalmente cumplir sus sueños. Lo que nos deja esta serie al final, es que cualquiera puede cambiar su destino y su vida si así lo desea, porque va a ganar experiencia, sabiduría y mucho más.

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